Me llama la atención que muchas veces cuando saludo a una persona, y le pregunto: ¿Cómo estás?, varias respuestas con las que me encuentro son: “Aquí corriendo”, o “No he parado en todo el día”, o “atareado, pero ahí vamos” y aunque no lo he hecho, varias veces me dan ganas de preguntar: ¿Corriéndole a qué? ¿O a quién?, o el hecho de decir: “No he parado en todo el día”, me provocaría preguntarles, ¿Qué pasa si te fundes? Y estas preguntas nos caen a todos, pues hemos ido cayendo en esos ritmos acelerados, imparables que nos impone nuestra sociedad. El aumento de la carga de trabajo, la creciente complejidad de la vida y la hiper conexión social, son factores que han ido ganando espacio en nuestra vida cotidiana al punto de tenernos en una maratón que no termina.
Desde mi punto de vista esa prisa con la que vivimos se resume, en una palabra: Consumismo. Pero no me refiero a la necesidad de comprar solamente, sino a un consumismo más amplio. Hoy se nos presiona para ser otra persona y vemos como el consumismo se traduce en esa obligación de dejar nuestra esencia para aparecer como ese alguien que la sociedad espera. El objetivo del consumismo es conseguir las cualidades que se demandan en el mercado social. Hoy en día es necesario ocuparse del marketing personal, concibiéndose como un objeto, mostrándose como un producto que pueda atraer a otros ¿les suena familiar el concepto de “marca Personal”? Por ese otro entendemos: a clientes, empresa, amigos, familiares, etc. El ser humano ha caído en una presión social y laboral que ha hecho que ceda ante sí mismo y a su autenticidad para dar paso a un “otro” que todos espera de él. Y es allí donde inicia el bucle que no termina.
Si lo vemos desde el punto de vista del consumismo laboral, caemos en presiones organizacionales de ser un “estereotipo” para encajar en una cultura organizacional, si queremos ser considerados para una promoción o ser “bien vistos” para los directivos de una compañía. Así debemos ajustarnos al molde que creemos que idealiza dicha organización. Igualmente sucede con el consumismo social, tenemos que cumplir con ciertos estándares que la sociedad ha impuesto, para “encajar” en ella.
La paradoja es que cuando una persona hace todo ese esfuerzo por adaptarse a esos ambientes, de un momento a otro mutan los requisitos, y lo que venías haciendo, por la velocidad cambiante de las tendencias sociales entran en desuso; o la moda que tenías ya está obsoleta y ¡oh¡, tienes que adaptarte a otros estereotipos bajo la excusa: es que el mundo es cambiante, y el que no cambia y evoluciona se queda atrás. Estamos obligados a transformarnos tan rápidamente que ni siquiera tenemos oportunidad de procesar o disfrutar el hoy, porque ya tenemos que ir un paso adelante pensando en el mañana.
La moda de hoy la compramos, y no la hemos terminado de disfrutar cuando prontamente es pretérita porque llegó lo nuevo. Pero cabe preguntarse ¿el que se adapta al cambio, sigue la masa? entonces ¿Cómo se diferencia de los demás?
Y es que ser diferente o no seguir los estereotipos nos puede producir miedo. Como relata Bauman en su libro vivir en tiempos turbulentos, el cual recomiendo: “El miedo es el más astuto de todos los fantasmas que nos acechan en la abierta sociedad actual. A pesar de todo lo que tenemos, de lo bien que aparentemente nos va, nos sentimos amenazados, inseguros, tenemos miedo y tendemos al pánico. La inseguridad de la actualidad y la incertidumbre del futuro dan lugar a miedos que, sencillamente nos dominan”. El miedo a ser diferente, a no “encajar”, a no seguir el ritmo cambiante en el consumismo laboral/social hace que perdamos nuestra libertad.
¿Se ha hecho una pausa para darle sentido al cambio? ¿Se ha hecho una pausa para comprender el cambio? Simplemente hay que cambiar por cambiar y el ser humano no para, se mantiene en esa carrera desenfrenada de tener que estar “adaptándose” a las necesidades de otros, dejando en muchas ocasiones su esencia de SER para PARECER.
En este artículo los quiero simplemente llevar a la reflexión: ¿Será que estamos viviendo en la jaula de consumismo?, ¿nos agrada vivir en el ritmo del consumismo? o ¿al hacer consciencia escogeremos vivir en libertad? Y ¿Qué significa vivir en libertad?. Me gusta la simple pero contundente respuesta de Peter Haffner en el libro de Zygmunt Bauman, Vivir en tiempos turbulentos: “Ser libre significa poder perseguir tus sueños y tus metas”.
El arte de vivir orientado al consumismo social y laboral de la modernidad efímera nos promete una libertad, pero que se convierte en un espejismo cada vez más demandante.
Ser libre desde mi punto de vista es ser real y auténticamente tú, es simplemente SER, y cuando se ES, podemos descubrir nuestro verdadero potencial.