Los seres humanos buscamos que nos quieran y nos acepten sin condiciones, que valoren y aprecien la individualidad de cada uno de nosotros. Sin embargo, en nuestra sociedad muchas veces el amor y la aceptación está condicionado a que yo soy tu amigo si tú haces esto; yo te quiero si tú haces aquello, y tanto el amor, como la amistad o la simple aceptación del otro se da a través de un trueque. Incluso los que somos padres a veces inconscientemente podemos caer en estos canjes. Si te portas bien te doy un premio; ¡si haces lo que se te indica, mamá o papá te van a querer más! Esto no está bien!!, pues todos deberíamos aceptar a las personas, nuestros hijos, nuestra pareja etc. tal y como son, así como empezar a aceptarnos nosotros mismos tal y como somos.
Pero si nos es difícil aceptarnos, mucho menos vamos a aceptar al otro y esto es algo que los padres y educadores debemos reforzar en los niños como futuros adolescentes y adultos: que se acepten y se amen tal y como son: seres humanos únicos y maravillosos con su propia individualidad. Así Evitaremos caer en la comparación con otros y en creer que los demás son mejores o que tienen mayores talentos que los propios.
Todos los seres humanos, sin excepción, estamos dotados de habilidades y talentos para muchas cosas. No hay ninguna persona que no nazca con un don. Pero sí hay personas que se van de este mundo sin descubrirlo. Cuando así pasa, es una lástima, porque la sociedad pierde la oportunidad de descubrir y disfrutar las grandes capacidades de ese alguien que pudo haber compartido un grandioso potencial. Y… ¿por qué puede darse esto?
Aunque no tengo una única respuesta, si creo que muchas veces nos evaluamos con un lente distorsionado en donde nuestro don/talento puede no encajar en estereotipos sociales, organizacionales o en lo que nosotros consideremos un don/talento que no tiene mucha importancia; o damos por hecho que así debe ser, y al ser ignorantes de nuestro don/talento no lo desarrollamos y tampoco lo explotamos. No pocas veces estamos comparando dones o creyendo que los dones de los demás son mejores que los de nosotros mismos. Pues no hay dones pequeños, ni mejores que otros, lo que nos lleva a concluir que debemos entrenar y mejorar nuestra mirada apreciativa hacia nosotros.
Hace unos artículos atrás abordábamos la mirada apreciativa y transformadora para con los otros, ahora mi invitación es entrenar esa mirada apreciativa y transformadora propia. Con la mirada apreciativa hacia los demás podemos apreciar sus grandes cualidades, talentos y su potencial. Con la mirada apreciativa hacia nosotros, podemos desplegar y activar nuestros talentos para compartirlos, ayudando a quienes los necesitan y permitiendo brillar más en nuestra vida
Somos seres únicos y sólo por eso ya somos maravillosos.